martes, 25 de mayo de 2010

- 4 - (La despedida...)

Anoche soñé que engañaba a mi novio con Ezequiel... Es increíble como, después de casi 9 años sigue robándome las madrugadas de descanso para convertirlas en raptos de lujuria con sabor a prohibido e incorrecto...

La noche de la fiesta volví a mi casa con lágrimas en los ojos y sin poder contenerlas, me dormí abrazada al cuello de mi hermano que, siendo todavía muy chico, intentaba comprenderme y me inventaba historias con final feliz para disminuir la angustia.

La última cita se aproximaba y Ezequiel decidió pasar a buscarme por el colegio para que viviéramos una tarde inolvidable. Las presentaciones de rigor tuvieron lugar en el living de mi casa. Después de conocer a mi familia y responder preguntas del tipo "¿Qué vas a hacer cuando termines el secundario?" nos escapamos con esas ansias irrefrenables de quedarnos solos, sabiendo que la despedida tendría lugar en algunas horas.

Y así, caminamos cuadras eternas disfrutando de la compañía mutua, de la cercanía de nuestros cuerpos, de las manos entrelazadas...

Tomamos capuchinos, hablamos de futuros inciertos, miramos una película y cuando la tarde empezaba a caer, me propuso ir a bailar al lugar que tantas otras noches nos había servido de refugio.

Nos dejamos llevar sumidos en la oscuridad de aquel rincón. El resto del mundo se había congelado y solo quedábamos nosotros, luchando entre el deseo de permanecer y la necesidad de volar. Entre sus palabras a destiempo y mi corazón acelerado...

No queríamos separarnos, la despedida era algo demasiado cruel para nuestros intensos y alocados sentimientos adolescentes... Intentamos prolongar el tiempo, parar el reloj por un rato, dejar bien grabado en la retina esos últimos momentos juntos para que, aún a la distancia, pudiéramos seguir sintiéndonos uno...

Pero finalmente el día llegó. Mientras en todas las casas se armaba el arbolito celebrando el día de la virgen, y la vida política y económica del país se complicaba cada vez más, mis manos soltaron las suyas, mis labios rozaron los suyos por última vez y mi corazón se hizo añicos al escuchar su voz al otro lado del teléfono diciéndome adiós desde el aeropuerto…

En algún punto supe, en aquél momento, que ese adiós no era definitivo... era simplemente un "hasta luego"... Una vez más y como siempre, el tiempo me dió la razón...